La "mano" del pito







Por Futbolero Mayor (Hugo Merino N.)
Recuerdo la anterior ocasión donde todos reclamaron la expulsión de Millar. Fue ante la Universidad Católica y nuevamente se vio perjudicado el local en desmedro de un grande. Hoy, el estadio estaba colorido. Como siempre fueron (o fuimos) los fanáticos del popular lo que llegamos a darle un tinte distinto, además de las aposentadurías colmadas. Pero el protagonista fue Manuel Acosta, el pito de turno. Y el perjudicado fue el equipo de Salah.
Si bien Matías Fernández y Arturo Sanhueza siguen demostrando que están por sobre el nivel del medio chileno (Suazo no tanto, es el típico goleador de rachas), hoy no marcaron una supremacía permanente e inmanejable para los locales. Huachipato perfectamente pudo quedarse con el partido y esa era la sensación cuando Millar los puso en ventaja.
La impresión que me quedó en el estadio es que el primer gol del Cacique estaba avalado en la ilegalidad. Suazo estaba adelantado y todos lo vimos. Esos son los errores que a uno “le llaman la atención”. Yo soy de los que piensa que Colo Colo no necesita de yerros en su favor por parte del arbitraje. Y esta vez claramente hubo error.
Luego, viendo las reiteraciones de la televisión queda claro que el penal a Sanhueza tampoco existió. Y eso determinó el resultado. Entonces, más allá de que el trámite haya dado al campeón como vencedor por merecimientos en la suma de los noventa minutos, hay que concordar en que el marcador definitivo pasó por el arbitraje.
Ni hablar de lo que vino después. Si algo tienen los que trabajan en los estadios de provincia es la incapacidad para hacer su trabajo sin involucrarse en lo que esta pasando dentro de la cancha pues ellos no son precisamente protagonistas. Es más, nunca lo serán en su vida.
Todo era evitable. Pero nuevamente acudimos a un espectáculo manchado por gente que para variar no hace su trabajo como debe y termina caldeando ánimos como los de hoy, los de un choque que no tenía la menor importancia en lo global. Concordemos que no era para tanto. Para que nos vemos la suerte entre gitanos.