martes, abril 14, 2009

¿El equipo que no supo ser campéon?


Por El Fanatinche (Ricardo Pinto N.)

Es bien fácil subirse al carro asesino por estos días y pasarle otra vez por encima al plantel de jugadores y cuerpo técnico de Colo Colo. Y seguirle poniendo color a una teleserie que no es más que eso. Una teleserie. A la que cambiándole el guión se le altera el descenlace y se recupera el rating.
Analicemos. Mientras todos se vuelven locos, acrecentan cahuines y buscan palco para ver rodar alguna cabeza es bueno entender que los mismos descalabros que vemos en Pedreros los tienen todos los equipos en su momento. Absolutamente todos. Liderazgos enfrentados, mensajes disonantes, falta de unión y por lógica elemental, fracaso en la obtención de resultados. Para refregarle en la cara al porfiado que aún no capta que, tanto en los mejores momentos de nuestro fútbol actual (selección, Bielsa y esas yerbas) como en los peores (desde los clubes chicos en condiciones miserables al decaimiento del último multicampéon chileno) hay una palabra que necesitan aprenderse: Proceso.
Y lo que le pasa a Colo Colo hoy es tan simple de entender que sólo requiere reconsiderar esa palabrilla. Proceso, si señores. El último proceso del Cacique viene desde que el club comenzaba a tranzar sus acciones en la bolsa, en que Blanco y Negro S.A se la jugó por un entrenador con perfil para dirigir en Chile. Con cartel de ídolo, campeón del mundo -para esos items del respeto que en este país cuesta tanto asumir-, conocedor del medio, radicado en estas tierras y no tan caro. Los éxitos de Borghi no los calculó nadie. Es ese pedazo de historia victoriosa el que se quebró, con la ida del entrenador, con el emigrar de figuras, con la llegada de nuevos comensales para compartir esta torta que se cocinó tan rápido y de la que todos querían un trozo.
Cuando tienes un líder que protege, asume riesgos y habla por sus jugadores como Borghi -ilustro cinco casos complicados que asoman como prueba indesmentible: las rabietas de Jorge Valdivia, la timidez de Matías Fernández, resucitar futbolísticamente a Humberto Suazo, manejar las crisis de conducta de Mancilla y el altercado de Millar con un hincha- se genera tal dependencia que sólo el quiebre natural de esa relación -que acá no existió pues fue brusco e intespectivo aunque siempre se amenzaba- hace más rápida la recuperación. El plantel que formó el Bichi ganó tantos títulos como jugó, armó una base que incluso permitió enriquecer a los equipos que armaron sus sucesores. Los últimos ídolos albos los llevó el argentino al Monumental. Los últimos grandes aportes: Macnelly Torres y Lucas Barrios fueron contactados por él mismo.
Este es el clásico descenlace de un culebrón que, independiente de quién hiciera los goles o llevara la jineta, tenía en Borghi a su figura central. Sin él, Colo Colo se desmembró deportivamente y la reconversión no llegó. Siempre hubo la idea de que faltaba algo, de que había que parchar. Técnicos que asumieron sobre la marcha, mal escogidos entre un mar de nombres, eternos reemplazos. En Macul pena la cabeza y desde ahí se descarrió el resto de la casa patronal.
El máximo error de Barticciotto hoy y de Astengo ayer es funcionar sin sentido común. Alguien les dijo que Colo Colo ahora es una empresa y ya no un rancho como cuando les tocó jugar a ellos. Se lo tomaron tan en serio que son vistos como eso, la proyección de Ruiz Tagle y los demás encorbatados dentro de un camarín con tipos salidos del barrio que nunca aceptaron gerentes, tal como les rehuía Borghi, un vestuario de ídolos de barro que a diferencia de sus ex compañeros vendidos al extranjero, aún viven en la grandielocuencia del pasado cercano, pidiendo respeto a diestra y siniestra sin entender que están en una institución donde el fracaso no se permite y nadie es más importante que el propio club. Y como nadie les para el carro ni pone el grito en el cielo -porque la dirigencia hace balances económicos y el plantel es un grupo autoreferente que vive en paralelos distantes-, la situación decae cada día más.
Entonces, acá no se trata que Sanhueza no tenga pasta de líder, que Jara de pronto se puso malo para el fútbol, que Meléndez juega con freno de mano, que Riffo es mala influencia o que Gazale no tiene voluntad. Es que este Colo Colo es el resabio del que dejó Borghi y que empezó a decaer como era suponible. Perdiendo finales como la de Viña, mostrando grietas a medida que las jerarquías se hicieron palpables, contando con un aval de triunfos que otorgó demasiados créditos, los mismos que hoy se agotaron de golpe y tiene apuntando con dedo acusatorio a todos aquellos que hasta hace poco hacían vista gorda.
El tránsito de club de fútbol a sociedad anónima pudo ser demasido traumante en su génesis si no es por esta racha de Borghi y su plantel. El quiebre de hoy es parte del historial común en Colo Colo, lo tuvo en los '80, a fines de los '90 cuando casi desapareció y el de ahora es tremendamente menor. Porque es en base a resultados y con cinco triunfos seguidos todos quedan felices y nadie se va a acordar, hasta que los egos sigan desgantando un transitar que, insisto en que está dando índices de mal olor y descomposición recién ahora pero obedece a un proceso que murió hace rato.
Dice Barticciotto que lo mejor que le puede pasar a su equipo hoy es jugar el clásico para resarcirse. Es más amplio. Si pierden frente a la "U" podrán echar a varios y la hinchada dejará de ser eternamente agradecida con gente que más allá de la idolatría barata, sólo hizo su trabajo.
Quizás allí radique el gran problema. Que Barti es histórico, que Sanhueza odia a los chunchos y rellenos varios. Esto es fútbol. Los futbolistas aún no entienden que como en un partido cualquiera, el que no sirve se cambia. Que Colo Colo es más importante que cualquiera de ellos, con excepción de los accionistas.
Seamos sinceros. Este equipo podrá ser Chile pero tal como Chile, es propiedad de unos pocos. Hay veces en que el sindicalismo no es posible, a menos que el dueño disfrute botando la plata.