Mala onda por la buena fortuna

Por El Fanatinche (Ricardo Pinto N.)

Si hay un equipo que la ha tenido fácil hasta ahora, ese ha sido Inglaterra. Jugó uno de los mejores partidos del campeonato, es cierto. Ese donde terminaron pidiendo la hora contra Suecia. No han perdido. Pero tampoco han convencido. Más bien están a años luz de hacerlo.

Era cosa de aplicar el manual del fútbol básico y entender que la llave de octavos que jugaron hoy en Sttugart se veía casi como "pan comido". Pero en ningún caso había que esperar una goleada o alguna exhibición, por más que Ecuador fuese rival propicio para hacerlo.

Lo previsible del asunto radicó ya desde la base que los del Guayas juraban que se medían con un adversario de nivel mundial. Si se sacaban el parche de la herida de víctima autoinfringida y apuraban un poco al equipo de Austin Powers capaz que los mandaban de vuelta a Londres sin concursos ni sorteos.

Cuando el otro día apuntaba que Ecuador estaba, como su ubicación en el mapa, el la mitad del mundo futbolero era porque son estas ocasiones las que permiten dar el gran salto. Algo así como lo que le pasó a Chile en Francia '98 cuando tuvo en las cuerdas a los italianos sin poder noquearlos. Ese día hubiésemos dado el batatazo inolvidable y estigmatizante. Los negritos hoy tenían su cita con la historia y llegaron placé.

Estos partidos, donde un equipo con cierto grado de desarrollo estratégico enfrenta a otro más limitado casi siempre se deciden por algún error puntual o una que otra jugada de pizarra ejecutada perfectamente por las individualidades. Y Beckham (de quien las páginas oficiales de Fifa hablan tanta maravilla y ponen más fotos que del resto del partido como para entender el fenómeno merchandising) hizo una sola mustra de talento en el partido y le sirvió para despachar a un rival que, aún mostrando empuje careció de falta de respeto.

Para colmo, el cuadro favorito se dedicó a hacer tiempo, a tirarse al suelo, a cancherear a la mala y echar mano a cuanto recurso turbio se podía para esperar el final de la brega. O sea, unas niñitas jugando a las muñecas con una pelota de fútbol. Si se les ocurre hacer lo mismo contra Alemania, Argentina o Brasil, no van a durar más de 45 minutos con vida.

Que bueno habría sido si el error de Ferdinand al principio le cuesta el gol de Tenorio. Por primera vez en el torneo tendríamos la vara justa para medir a la selección britanica. Claro, porque nunca han estado abajo en el marcador. Qué va a pasar cuando se encuentren con el escorer en contra. Recién ahí podremos decir si este candidato de los flashes reúne reales condiciones para entreverarse entre los mejores del mundo.

Han tenido mala suerte. No se los voy a negar. Cuando recuperaron a Rooney se les lesiona Owen. Pero a diferencia de Argentina, Italia o Brasil, no pueden pretender ser campeón del mundo si no tienen banca de suplentes. Eriksson no la posee en su nómina y por el momento se fundamenta en los once que entran.

Lástima por el espectáculo prometido. Porque más allá de saber cual de los volantes de la reina desequilibrará el tanteador, lo único que ofrece Inglaterra como marco de un match transmitido en vivo para el orbe es saber quien de los contrincantes se queda con la preciada camiseta de David Beckham pasada a perfume. Más que eso no tienen que ofrecer.