Final de guante blanco

Por Satelito (J. C. Araneda)

No se hicieron daño. Pero el 0 a 0 en ningún caso demuestra que fue un partido aburrido el de argentinos y holandeses en Frankfurt. Ambos ya clasificados guardaron sus titulares que contaban con amonestación para no arriesgarles innecesariamente. Y el resultado aparece como justo, porque los tupipanes comenzaron mejor y terminaron dominando, mientras los albicelestes protagonizaron el juego en la base de los noventa minutos.

Con gran nivel de los centrales Boulahrouz y Milito, el partido fue una verdadera clase de lo que significa el fútbol moderno, basado en la necesidad de jugadores hábiles pero ante todo, por la estrategia del despliegue físico, la concentración excesiva y principalmente la anticipación en todos los sectores. Ambos dispusieron de pocas oportunidades de anotar debido al aplicadísimo nivel de marcación que exhibieron ambas selecciones. Ya en la segunda etapa, prefierieron conservarse y respetar el empate. Ninguno arriesgó más de lo debido porque ir en busca de la victoria podía significar una derrota con un contrincante tan letal. No se golpearon en exceso, sacaron el pie del acelerador. Un buen partido sobretodo el primer tiempo donde Argentina intentó romper la paridad pero se encontró con Van Der Saar.

Muy distinto fue lo que se vio en Münich. Costa de Marfil demostró su incansable actitud y dio vuelta un partido que perdía por dos a cero. Fue el justo premio para una selección que de haber estado en otra zona (la de Francia por ejemplo) seguramente habría clasificado. Aún sin Drogba, dieron una clase de amor propio y le ganaron a un equipo que nuevamente tuvo la confusión como denominador común. Fíjense que era como para que estuvieran "metiditos" en el desarrollo del match; más que mal, fue la última vez que Serbia y Montenegro jugó un encuentro como país unficado, la última en que cantaron su himno... Y de acuerdo a la celebración dancística de los afriacnos, fue también la última vez que "los bailaron".