Más no se podía pedir

Por Futbolero Mayor (Hugo Merino N)

Que si no es por el penal de Riquelme hubieran clasificado a la final es lo menos que me tocó escuchar en este país tras la eliminación de Villarreal de la Uefa Champions League. Me parece, aún jactándome de haber anticipado en el blog lo que iba a pasar junto a mis compañeros, que si el análisis se centra en ese simple detalle del partido es porque no hemos aprendido mucho.

Cuando uno miraba el encuentro de ida en Highbury se daba cuenta de que las diferencias de equipo eran ostensibles. No era una cosa de "el" puesto o "la" figura para desequilibrar y diferenciar uno del otro. Si aquí dijimos que Arsenal pasaba era porque es mucho más equipo que el Submarino de Pellegrini. No era mirar en menos. Era mirar la realidad no más.

Aún así, el partido de hoy puede habernos dejado con un sabor amargo por las circunstancias. Francamente, jamás pensé que el equipo inglés se iba a ver tan retenido en zona defensiva. Tan sobrepasado por un rival claramente inferior en el papel. Si, creo que debo aclarar que los embates del Villareal sólo aparecieron (como es normal en estas llaves tan cerradas) en los primeros minutos del segundo lapso, que fueron arrebatos ofensivos y que nunca generaron una sensación de peligro inminente para el arco de Lehmman.

Forlán no estuvo, Riquelme no anduvo, Sorín no fue aporte. Ni hablar de la incapacidad de los elementos españoles (José Mari, Jozico, Javi Venta) para ser figuras rutilantes porque es un mal histórico de la raza futbolera hispana. No tienen categoría y sólo los refuerzos extranjeros les permiten alcanzar niveles preponderantes con sus clubes y hasta en sus selecciones (el que entrena con cracks aprende a jugar mejor). Entonces, el chileno no tenía a que echar mano para contrarestar el poderío de un equipo de gran nivel, que manejó tiempos y espacios (los otorgó cuando era necesario que el rival hiciera el desgaste físico) y nunca renunció a su ordenamiento original, el que, si se dieron cuenta, fue totalmente distinto al aplicado frente a la Juventus en su match de visitante.

No le pidan más al equipo español. Si capaz que el penal convertido hubiese forzado un alargue que nos hubiese dejado aún más decepcionados, con un elenco que no se podía las piernas y un rival entero para pasarle física y futbolísticamente por encima. Villarreal llegó hasta donde debía e incluso hizo más de lo debido. Tanto así que, aún sumidos en tan tremenda decepción (por el penal a última hora), los hinchas del Submarino Amarillo aplaudieron a su equipo, alentaron a Riquelme y salieron del Madrigal con la sensación de haber visto a los suyos con el deber cumplido. Sin reproches. Sabiendo que no había más nada que hacer. Que en Chile haya algunos diciendo "chuta, que estuvimos cerca" es más la sensación derrotista de un pueblo que, en su desesperación por salir de la frustración crónica se agarra del primer recurso salvavidas donde aparezca un nexo chileno.

¿Y Pellegrini? Grande. Se dio el lujo de tomar un grupo de picados (como los que hacen los equipos de provincia en Chile) y los llevó al estrellato. Riquelme, desechado de Barcelona, está tan lejos de ser un superstar que salivaba y besaba la pelota antes del penal. Franco, que tuvo que peregrinar para alcanzar el éxito, lloraba como niño chico. Sorín, que llegó apenas con la experiencia traída desde Francia y Forlán, descartado del Manchester United tuvieron gracias al chileno la posibilidad de convertirse en una realidad en Europa.

De nuestro compatriota ni hablar. Los bonvalletianos connacionales ridículos que lo criticaron con barbaridades como "juegas para el lado" o "ser campeón en Argentina es fácil" tendrán que esconder la cabeza como el avestruz o quedarse con la cola entre las piernas como la fábula del perro arrepentido. Porque la verdad es que la tapa se escuchó de Arica hasta Tierra del Fuego.