La moda no incomoda
Marcelo Espina y Juan Pablo Úbeda, técnico y delantero de Everton respectivamente, no escondían su decepción por la derrota ante el sorprendente Audax Italiano en el remozado Estadio Municipal de La Florida. Si, esta renovado en su fachada. Todo por un viejo anhelo de la directiva encabezada por Valentín Carpengiani que se hizo realidad a principios de este año. Dotaron a la cancha con un flamante césped sintético.
Desde hace mucho rato que la idea viene solucionando un tema preponderante dentro del fútbol. El dónde jugar. Si en Chile aún estamos a años luz de mejorar la calidad de las instalaciones y hay muestras palpables incluso en la competencia de Primera División (ver la realidad de la cancha de San Felipe, Antofagasta o la Usach en Santiago), el asunto nunca ha pasado desapercibido. Fueron incesantes los trabajos para equipar de buenos gramados a comunidades tan inhóspitas como Calama o El Salvador, así como también mantener otros en riesgo como los de Osorno o Temuco, todo porque las excesivas precipitaciones los ablandaban hasta hacerlos peligrosos para la práctica del fútbol profesional.
Algo similar pasaba en La Florida y Puerto Montt. Hasta que alguien decidió jugarse el bolsillo e implementar las canchas con un material sintético de alta absorción y de fácil refacción. Es caro, pero no tanto si se compara con los costos de mantención de pastos naturales en otros estadios. Con ello, no sólo se terminó de golpe con la problemática de la superficie donde practicar la actividad sino que se obtuvo, en principio, un valor agregado para sacar ventajas deportivas en la manifestación concreta de la localía. Porque no da lo mismo jugar en una cancha artificial que hacerlo en alguna tradicional.
¿Diferencias? El bote del balón es mayor, el roce de éste con el piso es mínimo disminuyendo sustancialmente el tiempo de contacto entre la pierna del jugador y el implemento. Por lo mismo, se debe apelar a un mejor dominio técnico y en caso de controlar el timing se obtienen siderales beneficios a la hora de aprovechar las pelotas muertas o el remate de larga distancia. Disminuye el margen de error en cuanto al campo de juego y en rigor aumenta para quienes visten de corto. Sube, además, considerablemente el ritmo del partido con lo que el fútbol se hace más dinámico y directo.
Como Espina y Úbeda, hay muchos que se muestran escépticos a la implementación de estas canchas a lo largo de nuestro país. Para desgracia de estos "románticos", la tendencia apunta a globalizar el concepto incluso en torneos internacionales. El Estadio Nacional de Lima debutó el año pasado este sistema en un campeonato mundial sub 17 (que ganó Mejico) y ahora en Copa Libertadores con la participación de Sporting Cristal. En Europa, hay un predominio cada vez más presente en los campos de entrenamientos de grandes instituciones de elite. Y en países dónde la nieve muestra su crudeza invernal no se descarta echar mano a los provechos de la tecnología.
Cuando voy a Chinquihue aún recuerdo lo desagradable que significaba ver una lucha campal en medio del lodo durante la década pasada. Era terrible. Hoy, el hermoso entorno más la nueva cancha hacen del lugar una belleza única para la práctica del deporte rey. No conozco la "joyita" de La Florida pero confío en que ahora se pude jugar allí "como Dios Manda" y por tanto, ver espectáculos dignos.
Ya no está Florencio Ceballos, aquél superhéroe nacional de la creación y mantención de canchas. Su legado en Pinto Durán, El Monumental o hasta con Lozapenco fue un buen ejemplo. Los implacables sistemas de drenaje de las regiones desérticas, Temuco y Concepción también son una muestra de que sí se pueden mantener canchas con césped natural. Pero innovar no está malo. Más cuando la moda indica que la tendencia va por allí.
Desde hace mucho rato que la idea viene solucionando un tema preponderante dentro del fútbol. El dónde jugar. Si en Chile aún estamos a años luz de mejorar la calidad de las instalaciones y hay muestras palpables incluso en la competencia de Primera División (ver la realidad de la cancha de San Felipe, Antofagasta o la Usach en Santiago), el asunto nunca ha pasado desapercibido. Fueron incesantes los trabajos para equipar de buenos gramados a comunidades tan inhóspitas como Calama o El Salvador, así como también mantener otros en riesgo como los de Osorno o Temuco, todo porque las excesivas precipitaciones los ablandaban hasta hacerlos peligrosos para la práctica del fútbol profesional.
Algo similar pasaba en La Florida y Puerto Montt. Hasta que alguien decidió jugarse el bolsillo e implementar las canchas con un material sintético de alta absorción y de fácil refacción. Es caro, pero no tanto si se compara con los costos de mantención de pastos naturales en otros estadios. Con ello, no sólo se terminó de golpe con la problemática de la superficie donde practicar la actividad sino que se obtuvo, en principio, un valor agregado para sacar ventajas deportivas en la manifestación concreta de la localía. Porque no da lo mismo jugar en una cancha artificial que hacerlo en alguna tradicional.
¿Diferencias? El bote del balón es mayor, el roce de éste con el piso es mínimo disminuyendo sustancialmente el tiempo de contacto entre la pierna del jugador y el implemento. Por lo mismo, se debe apelar a un mejor dominio técnico y en caso de controlar el timing se obtienen siderales beneficios a la hora de aprovechar las pelotas muertas o el remate de larga distancia. Disminuye el margen de error en cuanto al campo de juego y en rigor aumenta para quienes visten de corto. Sube, además, considerablemente el ritmo del partido con lo que el fútbol se hace más dinámico y directo.
Como Espina y Úbeda, hay muchos que se muestran escépticos a la implementación de estas canchas a lo largo de nuestro país. Para desgracia de estos "románticos", la tendencia apunta a globalizar el concepto incluso en torneos internacionales. El Estadio Nacional de Lima debutó el año pasado este sistema en un campeonato mundial sub 17 (que ganó Mejico) y ahora en Copa Libertadores con la participación de Sporting Cristal. En Europa, hay un predominio cada vez más presente en los campos de entrenamientos de grandes instituciones de elite. Y en países dónde la nieve muestra su crudeza invernal no se descarta echar mano a los provechos de la tecnología.
Cuando voy a Chinquihue aún recuerdo lo desagradable que significaba ver una lucha campal en medio del lodo durante la década pasada. Era terrible. Hoy, el hermoso entorno más la nueva cancha hacen del lugar una belleza única para la práctica del deporte rey. No conozco la "joyita" de La Florida pero confío en que ahora se pude jugar allí "como Dios Manda" y por tanto, ver espectáculos dignos.
Ya no está Florencio Ceballos, aquél superhéroe nacional de la creación y mantención de canchas. Su legado en Pinto Durán, El Monumental o hasta con Lozapenco fue un buen ejemplo. Los implacables sistemas de drenaje de las regiones desérticas, Temuco y Concepción también son una muestra de que sí se pueden mantener canchas con césped natural. Pero innovar no está malo. Más cuando la moda indica que la tendencia va por allí.
7 Comments:
Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.
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Ya Ocares, le dejé un recado a tu musa asi que no andes armando cahuines después. Lo mismo para Chasca Satelito, que no se haga el chistoso a costa mía. Te borré el comment porque te referiste en lamentables términos a un blog de una ex compañera de universidad. No seas patudo hombre.
Fueron a ver a Huachipato hoy??? Que fiasco
Yo fui. Pa' variar se me ocurrió ir con el Pinto y llegué atrasado. Me perdí el primer gol.
Pinto, parece que tu analisis de la Universidad de Concepción es compartido por tus colegas que esperaron la derrota de la UdeC ante la U para decir lo que tú ya habías concluido. Bueno, por algo dicen tus redactores que la llevas...
Mis respetos, master
Son mucho mejores esas canchas. Y en una de esas mejoramos el lento ritmo del fútbol chileno.
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