El pecho a las balas

Por Satelito (J. C. Araneda)

Difícilmente alguien pueda discutir que Horacio Elizondo es el mejor árbitro de esta parte del mundo.
Sus detractores dicen que el calvo pito tiene por costumbre el exceso de protagonismo. Algo que al menos hoy se agradeció de sobremanera en el Gigante de Arroyito en Rosario.
Se jugaba el clásico de esa ciudad entre Central y Newell's, el equipo de Gorosito le estaba dando un verdadero baile a la lepra de Pumpido con goles de Ruben, Coudet y Wanchope. El ánimo estaba cladeado y bien es sabido que por estos días, la violencia es todo un tema en el fútbol argentino.
Fue allí, al inicio del segundo tiempo cuando se desató el escándalo. Un par de aquellos desconsiderados de siempre comenzaron a lanzar piedras desde la galería visitante hacia los plateístas de Central. Inmediatamente y sin mediar orden del árbitro o de alguna autoridad del club local, la yuta rosarina (no se le puede llamar policía a esos engendros sin el más mínimo sentido común) comenzó a disparar sin freno hacia la hinchada rojinegra. Inmediatamente los jugadores de Newell's explotaron en ira.
Fue allí donde Elizondo dio clases de cómo se debe comportar un juea ante este verdadero flagelo que nadie puede controlar y esta matando el fútbol sudamericano. Lisa y llanamente se puso delante de los policías que apuntaban para evitar que siguieran disparando a diestra y siniestra. La actitud, algo chocante en un principio para la policía terminó por encontrar aliados. Nery Alberto Pumpido, el entrenador de Newell's siguió el ejemplo y también se puso en el camino de los fusiles mientras los demás jugadores visitantes pedían calma a los enfurecidos parciales atacados cobardemente.
Lo mejor de esto es que la televisión no escatimó en imágenes delatoras y los comentaristas argentinos, casi siempre más directos y opinantes que los de acá, no dejaron esfuerzo inerte y se lanzaron con todo contra los procedimients policiacos. Entendiendo como están los dirigentes al otro lado de la cordillera, el tema seguro será para pedir más dea lguna cabeza y principalmente para reformar la función de los organismos de seguridad de cara a esta nueva idea de limpiar los estadios de los tan desagradables "barras bravas".
Más allá de que Elizondo haya equivocado el camino al fnal del match cuando expulsó a un juagador y tuvo que reintegrarlo por mala indicación de su asistente (el mismo que le hizo cobrar un penal que no era en la misma jugada), el árbitro sentó un precedente al enfrentarse a la policía y decidir con los jugadores que el partido continuara para distraer la atención de los hinchas en pugna. Una muestra de sentido común que a lo menos debemos aprender. El fútbol es lo más importante. Los hinchas y los escándalos afuera de la cancha jamás serán lo más importante.