Un castigo al talento

Por Futbolero Mayor (Hugo Merino N)

La historia vuelve a repetirse. Como para volver al majadero fraseo de "esto nosotros se los dijimos antes". El lunes 6 de febrero, en este mismo blog, nuestro editor se preguntaba si la Octava región era un matadero de cracks, todo para graficar el absurdo y dilatado proceso de traspaso fallido de los jugadores Ricardo Parada de la Universidad de Concepción y Rodrigo Millar de Huachipato. vaya coincidencia. Hoy, ambas figuras nuevamente encabezan titulares de diarios. Y no precisamente por lo que todos quisiéramos.

Si ayer les decía "no a lugar" (por los reclamos de representantes chilenos ante la Conmebol por el sorteo en la Sudamericana) hoy debo nuevamente llamarlos a terreno. A mi al menos, como hincha asiduo al fútbol regional me están aburriendo estos dirigentes inútiles y poco diligentes, aunque suene casi cacofónicamente mal. Sí, dirigentes poco diligentes.

Resulta que Huachipato cree (y vende esa pomada) que es un club grande, estabilizado. Más cuando la prensa local los llena de palmoteos y les da tiempo para desarrollar procesos que debieron rendir frutos hace años, eso si es que en su plana manejable hubiese existido gente que realmente entendiese de fútbol más que de empresariado. Rodrigo Millar es la máxima expresión del fracaso de dirigentes como Schell, Valenzuela y otros. Han sacado un importante número de jugadores pero quieren venderlos por sobre el millón de dólares engañados por falsos reresentantes. Si tuviesen mejor ojo, ya estaría finalizado el proceso y hasta el estadio tendria retoques gracias a varios negocios que hoy aparecen como fallidos por falta de olfato comercial. Yo ya tendría afuera a Gonzalo Jara y Pedro Morales. Sólo para nombrar a los de ésta generación. Antes se farrearaon media docena por lo menos.

Una cosa es que River, Boca, Colo Colo o la "U" vendan sus figuras a imponentes precios. Son equipos con tradición, más que con canchas de entrenamiento e instalaciones de lujo. En el fútbol, señores, los jugadores se ofrecen y se venden de acuerdo al mercado donde juegan. Por ser de Huachipato, Millar cuesta el 50% menos que si fuera de Colo Colo. Y aún así hay compradores. Resulta que los dirigentes son intransigentes y después de la pésima decisión de venderlo al FC Terez Grozny de Chechenia (era matarle su carrera futbolística al menos por dos años) ahora lo quieren retener en un equipo de segunda categoría.

Otro que hasta hizo notas en la televisión hablando de sus traspasos y terminará jugando en la zona es Ricardo Parada. ¿Pensara el empresario que adquirió su futuro venderlo como promesa a los 24 años, cuando el chico lleve unas cinco temporadas haciendo la misma cantidad de goles en el campanil? ¿O ustedes creen que en España conocen al Club Deportivo de la Universidad de Concepcíón? Qué quería Mario Rodríguez si es que se lo vendió su mejor carta a un representante para tapar sus pocos y precarios contactos.

Si a usted le ofrecen un televisor con alta tecnología Samsung y uno marca "Chancho", el segundo no puede ponerse el mismo precio que el primero porque simpemente no compite con el nombre ganado. Los equipos regionales que quieren lograr el negocio del siglo con estos elementos lo único que hacen es tapar el sol con un dedo y no ven en innumerables ejemplos anteriores que esta región se farrea jugadores porque no sabe regatear. Otra vez se equivocaron al perjudicar a sus pupilos más ilustres.

Más que pena, es rabia la que me inspira la situación. Dos chicos a los que el fútbol de la Octava región les quedó chico hace rato. A Millar lo estan matando en vida, quitándole sus ansias de salir de la región a trazarse un futuro con su propio esfuerzo, debiendo encabezar él mismo a ratos sus conversaciones, esas donde debe poner cara de "por favor" cuando todos sabemos que Huachipato le debe más a él que el jugador al club. A ambos más bien porque Parada es el mismo caso. Pasearon el nombre de dos clubes desconocidos en varias latitudes y señales de televisión. Y así les pagan. Como para pensar que la vida del futbolista es demasiado injusta a veces.