La noche en que el "Timao" le ganó al "Taimao"...

Por El Fanatinche (Ricardo Pinto Neira)

Debe ser una noche "de aquellas". Como tantas otras veces, un equipo chileno se plantaba en la cancha con la obligación de mostrar en 90 minutos lo contundente de sus pergaminos más relucientes y recientes. Alguien diría, dime contra quien juegas y te diré que tal eres... La Católica, tal cual alguna vez se dijo aquí mismo, es un equipo del montón a nivel sudamericano. Por más ilusión y cartel que le colgaron hace algún rato.
Lo pudo haber corroboradao frente a Boca el año pasado también en San Carlos. No se la pudo. Esta vez enfrentaba fuerzas contra el tremendo campeón brasileño, el equipo más poderoso del continente, por qué no: El Corinthians. Y nuevamente quedó con cuentas pendientes.
Cuando un equipo (por más que sea la selección brasileña de Méjico '70 o la Naranja Mecánica del '74) queda con dos menos, inmediatamente se transforma en una víctima, en ganable, en presa fácil si se quiere. Ni hablar entonces si consideramos que el forastero vio salir antes de tiempo a dos jugadores elementales como el notable Gustavo Nery o el central Wendel. Fue demasiada ventaja deportiva. Pero ni siquiera con eso los pirulos pudieron dar vuelta el marcador en un estadio colmado hasta las banderas, repleto de hinchas que sólo gritaban el "ceatolei" a garganta limpia.
Nunca me creí el cuento de esta Católica superstars y los lectores de este sitio lo saben. Lo de esta noche fue una muestra más de la categoría inconmesurable de Carlos Tévez, de lo estructurado del esquema del "Timao", de la noche más feliz para el arquero chileno Johnny Herrera desde que tomó el primer vuelo con destino a Brasil y, principalmente, de la falta de calidad del equipo cruzado para llegar con posibilidades cuando la ocasión ameritaba grandeza.
No es que hayan jugado mal. Simplemente arrugaron cuando no había que hacerlo. Se taimaron, les llegó el miedo escénico, la falta de ideas y adolecieron de la falta de tranquilidad que se necesita para matar al rival en el momento justo. Lamentándolo muchísimo por la UC y sabiendo que la clasificación aún es un logro probable, de alguna manera me quedo con la idea de que este diagnóstico ya lo habíamos hecho. Que el equipo de Pellicer nunca terminó por convencernos. Que este es un lindo globo, pero que está más inflado de lo que debiese. Y parece que, para desgracia de todos, estábamos en lo cierto.