Un notable "Oasis" entre tanta rutina

Por El Fanatinche

Es cierto. Este es un blog de fútbol y no es que estemos cambiando el rumbo. Pero como ya alguna vez salieron voces reclamantes por la lenta actualización del sitio vamos a anteponernos a la probable discusión. Y como sabemos que hay gente que, como nosotros, raya tanto con la pelotita como con el rocanrol puro no podemos obviar el evento que concentró la atención de Los Futboleros este domingo.
Nos juntamos cerca del velódromo. ¡Que mejor! Jugaba la "U" con Puerto Montt y queríamos ver al Matador en acción. Tras el mezquino 2 a 1 nos encaminamos rumbo al velódromo. 19.50 en punto y nuestros ilustres coterráneos, Los Bunkers irrumpían energéticamente con "Ven Aquí".
Fueron poco más de 40 minutos donde se pasearon por su exquisito catálogo y nos demostraron que habíamos cometido un error. LLámenlo cansancio o comodidad elegimos las remozadas galerías del recinto, con menos espacio que micro llena para moverse. Por alguna razón, el público que había en las gradas era más transversal pero claramente más apagado. Apenas terminó el teloneó decidimos bajar raudos. La movida estaba abajo, en la cancha a medio llenar.
Lo bueno de encontrarse con tanto cabro chico asomado e ignorante de música frente al escenario es precisamente que son permeables. Un par de "cachamal" y empujones varios y sin mucho esfuerzo que damos en ubicación que sabíamos, sería la atesorada por nuestro líder espiritual, Noel Gallagher. El reloj marcaba las 21.01. Puntuales como la medida inglesa manda y sin más parafernalia que sus estruendosos acordes, Oasis salió a escena con un Liam de perfecta chaqueta blanca, tan patudo y arrogante como siempre. Una mina que se sabía todas las canciones gritaba como loca y me dejó con un zumbido que se me desapareció en Chillán.
Ya con Turn up the sun estábamos arriba de la pelota. Es impresionante lo que una banda de rock puro provoca en un buen fanático. Si hace quince días se nos olvidó la modorra con los primeros acordes de Franz Ferdinand, esta vez quedamos perplejos ante tanta sonoridad manifiesta y tan de cerca. Dicen que el sonido empezó con problemas. ¿Y quien fue el erudito de oído que se dio cuenta? Para mi, "Layla" y "(What’s the story) Morning glory" (segunda y tercera canción del show) sonaron perfectas, igual que en el disco original pero con la energía que sólo se siente cuando tienes a tus ídolos volándote la cabeza frente a frente.
Hubo momentos excelsos. Noel puso su sello con "Don’t look back in anger" y "The importance of being iddle". Ni hablar de sus dibujados y poderosos reefs con que acompaña la rasposa voz de su hermano menor. "Rock and roll star" fue un acabose, una muestra palpable de que son ellos los personajes destinados a crear tan memorale y autoreferente pieza de la música moderna. "Live forever", "Wonderwall" y "Champagne supernova" las cantamos a pata suelta. El remate no pudo ser mejor, con "My Generation" de The Who y con el despliegue catártico del actual baterista de gira de esa histórica banda británica, Zack Starsky, quien demostró ser muchísimo más que el hijo de Ringo Starr. Una locura final. Que importa si no tocaron las otras que pedíamos. Que importa si había puro cabro chico mamón en el público.
Tal cual a su espíritu breat pop (ese que inspiró a las bandas inglesas post tatcherianas), la banda vino, tocó y se divirtió sin otras grandes expectativas. Fue un show redondo. Una hora y media de notable demostración del espíritu rocanrolero institucionalizado por The Beatles. Impresionante. Un regalo. Quien diga lo contrario, no entiende nada de música.