Por "Gallinas"...

Por Satelito

De increíble trámite y sin mucho fútbol como para admirarse, el clásico argentino tuvo elementos que lo confirman como un verdadero y absoluto espectáculo del deporte mundial. Porque si ya habíamos dicho que Boca- River es más que un partido, quedó corroborado por sí solo.
Fue merecido el empate. Sobretodo por las circunstancias. Fue siempre el local quien asumió la función de ir a pegar el primer golpe. Se sabía. El Coco Basile juega para adelante con todas las armas disponibles. Pasarrella es un estratega más a la usanza europea. llega con menos hombres y al contragolpe. Pero llega.
Tanto así que logró aguantar el chaparrón xeneise, obtener la ventaja merced a una individualidad de Farías (tal como se los adelanté en "Hagan sus apuestas") y hasta pudo rematar el marcador en varias ocasiones. Pero les pesó la mochila, la tradición. Se entusiasmaron y no le pasaron la pelota al compañero. Se perdieron goles hechos. Por querer burlarse de Boca se les olvidó a quien tenían al frente. Y para variar, como tanto nos gusta, Guillermo los terminó vacunando.
Algo pasa con River Plate que históricamente muestra características de pecho frío y mente caldeada. Si uno revisa la historia se dará cuenta que son mucho más las oportunidades en que el corazón le pasa la cuenta a la razón en los de la franja. Lo de ayer era cosa de calmarse, de rotar y encontrar espacios. Montenegro estuvo tan peligroso como siempre. Zapata se entregó como haca rato no se le veía. Farías permaneció imparable. Y después, con Gallardo, con Boca jugando mal y entregado a la suerte con dos menos el plato estaba servido.
Pero apareció Basile y su filosofía del matar o morir. El hombre no se arruga porque a la prensa la tiene comiendo de su mano y puede jugarse el pellejo cuantas veces quiera. Un entrenador chileno estandar, saca un delantero al perder al portero y luego saca un volante de avanzada para poblar la defensa y no perder por tanto echándole la culpa a la diferencia numérica. El Coco no. Por qué. Porque esta en Boca.
Cuando River no concretaba y el local se jugaba con tres delanteros y un volante ofensivo pese a estar con nueve comencé a creer en el milagro. Imposible no esperar un cabezazo de Palermo o una patriada del Pocho Insúa. Pero el destino parece escrito. Sumando el pundonor de Ibarra y la clase de Fernandito Gago, Guillermo Barros Schelotto tenía la fórmula y francamente, el penal de Palermo sentenció lo que era más justo para un clásico que sólo por las expulsiones tuvo a River como protagonista.
La primera mitad fue de Boca, el inicio del segundo tiempo fue de Boca y finalmente la alegría también fue de Boca. Es que River tuvo todo pero simplemente no supo. No se trata de que no hayan podido. Simplemente, les pasó por ser "gallinas"