Mes de lujo

Por El Fanatinche

No nos podemos quejar. En poco menos de un mes hemos vivido lo mejor del universo musical en vivo. Hemos estado allí. Hemos presenciado en directo tanta diversidad generacional, de fanáticos, de conceptos y principalmente de puestas en escenas que podemos enfrentar el año con más energía que nunca. Los melómanos saben de lo que hablo. Si U2, Oasis y Deep Purple no son escuelas deliciosamente diversas al oido entonces no hablamos el mismo idioma.
Lo del sábado en el velódromo (justo quince días después de nuestra última visita) tuvo ribetes de heroíco. Ver a ese lote de viejos haciendo tan buena música y sin más recursos que el tronar de sus guitarras es simplemente un privilegio. No soy para nada fanático de ellos. Es más, los descubrí a regañadientes porque uno de esos despistados de siempre dejó entre mi colección de discos uno llamado Made in Japan. Una clase de cómo hacer un recital.
Ahora se nota que no hay tanta energía en el escenario. Es más, esta corre por cuenta de los miles que llegaron al Velódromo. Ya no había pendex chillones como en Oasis o gente atraída por el concierto de moda como en U2. Estos eran "pesados" pero sin esa prepotencia que ignorantemente se les asume.
Lo vacilamos. Como no conozco las canciones del nuevo disco quedé algo colgado pero con las clásicas Smoke on the water o Highway Star simplemente alcance el delirio de jornadas anteriores. Lo que hace el público fanático de la banda es como para convertirse en un fans más.
Notable interpretación musical de Morse, Paice y Glover acompañando al viejito Gillan que no pierde la clase. Lejos de lo que se podía temer (la vez anterior quedó la grande cuando vinieron), la seguridad estuvo impecable, el repertorio contundente y el ambiente ideal como para que varias de las imágenes del futuro DVD que harán con los principales hitos de la gira sean extraídos del show del sábado.
Un lujo. Si bien Oasis lleva mi favoritismo por razones obvias, vimos en 30 días el mejor espectáculo del mundo (visual y musicalmente) con U2 y Ferdinand y además acudimos al vestigio de una banda que se quedará grabada incluso cuando nosotros ya ni estemos revoloteando por ahí.
Qué importa la plata. Gastamos los ahorros (en mi caso) o nos encalillamos en otros. Da igual. ¡¡¡Puta que valió la pena!!! Total, la caja chica se repone. Las emociones no tienen precio.