Sin miedo, con vergüenza

Por El Fanatinche (Ricardo Pinto N.)

Lo que había que poner. Amor propio y pelota al piso en partes iguales. La ecuación, que parece simple es una de las más difíciles de aplicar para el futbolista chileno jugando contra potencias futboleras. Convengamos en que esta Argentina no era la "de verdad", concordemos en que se vio despotenciada y poco fina en el andamiaje colectivo. No es necesario ahondar, la prensa bonaerense los hizo papilla...
No por ello vamos a quitarle el mérito al empate que la Roja le robó a la albiceleste en el Malvinas de Mendoza. Fue trabajado, insospechado y valiente.
Me preguntaba uno de nuestros más adelantados lectores acerca de un pronóstico. De no haber un error e los que siempre hay -por lo que deberíamos perder según el pálpito erróneo- sacamos un empate, dije. Así fue. Y casi me quedo corto. faltó ese detalle, esa puntada. La histórica chaucha para el peso.
Uno observa los primeros minutos y se da cuenta de cómo pesa la tradición en el discurso de los entrenadores. Argentina le quita la pelota tras un par de pases y no se la entrega por quince minutos. El pressing era sofocante. Como para pensar que la orden fue liquidar a los chilenitos con ritmo sostenido y peso basado en la camiseta. Hasta que apareció lo otro.
Tengo claro que más allá del dibujo, no fue Acosta el responsable del buen examen nacional. Acá hubo convicción del grupo, que vio a un adversario nada de espectacular y empezó a mostrar las garras. Fundamental alimento de ese espíritu fue el tridente de Jorge Valdivia que se adueñó de la magia en el medioterreno -relegando a la mirada incrédula a Beluschi y Montenegro-. Humberto Suazo que se generó espacios y hasta se farreo un gol que nunca se pierde y principalmente de Alexis Sánchez, el mejor del equipo, un dolor de cabeza del que Hugo Ibarra no se va a olvidar por varios días. "Maravilla" revivió el mito ochentero de Pato Yáñez en su época dorada. Aquella donde el delantero era el depositario de todas las pelotas. el que descongestionaba y oxigenaba al equipo con patriadas personales. Jugadorazo.
Con ese antecedente, el esquema colocolino -aunque con dibujo alterado- empezó a rendir frutos. Sanhueza repartió balones y patadas para sentar preencia. Fierro pasó constantemente y si anotaba uno de los goles cantados que se perdió llegaba a Santiago a preparar maletas. Tuvo la gloria y la dejó escapar. Un tanto chileno mataba a la confundida oncena del Coco. Su ansia de empatarlo habría dejado espacio suficiente para que los rojos se dieran un festín de proporciones.
Jugó bien Chile sin ser descollante. Eran los albicelestes los que recurrían más al foul, los que sufrieron más de opciones de gol en contra, los que parecían confundidos. La mejor muestra es que sus figuras principales, Palacio, Pavone, Montenegro y en menor medida Beluschi no brillaron. Si Carrizo que se anotó una tapada de gol inminente.
El vertiginoso choque dejó mejor sabor en los nuestros. No de cara a las eliminatorias pues allí estaremos en el Monumental de Nuñez contra
Messi, Crespo, Gago y otros. Un escenario mucho menos accesible. Sí sirve para ir definiendo cosas. Hay números puestos para Copa América. Valdivia es el jefe, Sanhueza e Iturra los trajinadores, Sánchez el impredescible -aunque sería mejor llevarlo a Canadá Sub 20- y Suazo el peligro inminente que muerde una salida y la transforma en contra.
Sabemos que atrás funciona mejor la línea de cuatro. Que algunas piezas le darán jerarquía a este equipo que aún no la muestra a cabalidad. Aunque la hidalgía deportiva, la que parecía haberse extraviado en Suecia anoche se vio a raudales. Asi da gusto. Que no se vuelva a perder.