Verde amargello

Por Futbolero Mayor (Hugo Merino N.)

"Mientras los nuevos no aprendan a jugar concentrados siempre vamos a perder así" decía un amargado Jorge Vargas al final de brega que Chile ante Brasil que significó un duro revés para nuestra selección.
Era esperable. Los diatancias podrán acortarse pero Chile adolece de la mezcla que exige personalidad y oficio en la medida justa. Estos partidos son los que marcan las distancias.
Un penal evitable, un contragolpe que encuentra marcas de entrenamiento, una barrera mal armada y un pichangeo en el área le dieron a los cariocas de Dunga una diferencia de cuatro goles que más que instalarlos como el gran cuco, nos demuestra que seguimos siendo malitos para la alta competencia.
No es extraño que el partido haya terminado como terminó. Con los chilenos pidiéndole la camiseta a Ronaldinho o con los nuestros recriminándose en la prensa los errores que son del debate en camarín. A Chile lo armaron en el viaje y esa descordinación técnica se notó en el dibujo que presentó Acosta en Gotemburgo. No hay fondo de juego. Nada de estrategia. Sólo arrebatos personales de un grupo que tiene jugadores de buen nivel, los que en estas partidas se ven sobrepasados cuando tienen al frente a un rival con esquema definido.
Son superiores y no lo vamos a negar. Sin embargo, era distinto con una zona defensiva armada, definida y tradicional. A qué juega Chile en el fondo, cuál es la idea del mediocampo, para qué un delantero si no funciona. Dudas que quedan, falencias históricas que demuestran el viejo problema del fútbol chileno. Uno que arrastramos por culpa de los entrenadores, esos que por años echaron por tierra generaciones de deportistas de potencial elite con su falta de preparación. No tenemos una táctica. Era como poner a un niño de coeficiente intelectual altísimo jugando ajedrez por vez primera y contra Kasparov. Perdía fácil. No por incapacidad. Sino por no saber a qué está jugando. Más simple es echarle caipiriña.